Los seres vivos son organismos formados por un conjunto de células, que forman estructuras de muy alta complejidad en cuyo interior se llevan a cabo diferentes funciones metabólicas y adaptación para mantener su homeostasis, para de esa manera poder desarrollarse y reproducirse.

El ser humano tiene una interrelación bastante importante con millones de microorganismos organizados como un verdadero ecosistema bacteriano conocido actualmente como Microbiota o Microbioma, aunque este último término es más usado para referirse al conjunto formado por los microorganismos, sus genes y sus metabolitos en un nicho ecológico dado. Estas bacterias entre ellas las más beneficiosas son conocidas como Lactobacilos y Bifidobacterias, otras no beneficiosas como Bacteroides, Clostridios y Cándidas, todas habitan es su mayoría dentro del intestino del ser humano, cumpliendo numerosas funciones metabólicas, nutritivas, tróficas, inmunológicas y de protección; son tantas los beneficios que ofrecen a tal punto que los microbiólogos del mundo han llegado al consenso de considerar a este microbioma como otro órgano del cuerpo humano, es decir un “Órgano dentro de otro Órgano” debido a su hábitat en la luz del intestino.

Numerosas evidencias científicas han demostrado que determinadas cepas bacterianas pueden aportar beneficios concretos a la salud, modulando la composición de la microbiota intestinal (Dobson, et al. 2012) con el fin de mantener en estado normal todas sus funciones, a las que se les ha denominado de “Probióticos” que requieren de elementos como la inulina y los Fructooligosacáridos, denominados “Prebióticos” que favorecen y modulan el crecimiento de bifidobacterias y lactobacilos disminuyendo el de bacteroides y clostridios, con esto reducen el riesgo a padecer enfermedades no solo intestinales, sino también sistémicas. Y un término recientemente introducido en la literatura científica, con primera referencia se tiene el artículo publicado por DW Thomas et al. publicado en Pediatrics en 2010, es el de “Postbióticos”, para referirse a aquella mezcla compleja de productos metabólicos y sustancias solubles derivadas y/o producidas por bacterias benéficas.

Existen increíbles, pero a la vez misteriosas conexiones que intrigan a la comunidad científica entre la microbiota intestinal y el resto del organismo, por la estrecha relación que mantiene con el metabolismo y el sistema inmunitario, siendo que esto podría llegar a constituirse en el punto neurálgico entre la salud y la enfermedad, encontrándose la microbiota en el centro de la intersección de la comunicación del intestino con los demás órganos y sistemas. De todas Las investigaciones sacamos conclusiones importantes que nos encaminan a un mejor comprender a cerca de los mecanismos de la interacción del microbioma intestinal que ejerce una influencia vital no solo en el funcionamiento del tracto gastrointestinal, sino también en la modulación del sistema inmunológico, en la señalización intercelular neuroendocrina y en la comunicación entre el Sistema Nervioso Entérico y el Sistema Nervioso Central, conjunto conocido como el eje cerebro-intestino. (Zorzo R.A. 2017), con todo esto es posible elaborar estrategias para elaborar tratamientos, pero sobre todo para prevenir patologías.

Por tanto, la manipulación de la microbiota intestinal y su microbioma tiene sin duda un enorme potencial en el ámbito de la prevención y de la mejora de la salud.